


El cultivo y desarrollo de prácticas éticas en una empresa es importante, no sólo porque motiva a los empleados a comportarse de acuerdo a iguales parámetros, sino porque estos sienten que las políticas de la compañía hacen respetar sus propios valores. De esta manera se genera la sensación de "valores compartidos", vínculo que es fundamental para percibir a la empresa no sólo como un lugar de trabajo, sino también como un espacio con el que se sienten identificados y que merece la admiración tanto de sus colaboradores, como de la comunidad con que se relaciona. En empresas donde los valores éticos son el motor que orienta sus acciones, todos entienden que el logro de sus objetivos no justifica utilizar medios que puedan ser objetados desde el punto de vista ético. Esto implica que la política formal no está enfocada únicamente al logro de objetivos económicos, ni por ello prescinde de principios y valores. Por otra parte, en un contexto de organizaciones que defienden la transparencia y de nuevas tecnologías que se constituyen cada vez más fuertemente como una herramienta de democratización de la información, actuar siempre sobre la base de una ética corporativa se hace una tarea fundamental para las empresas, pues además de tener una responsabilidad con el bien común, es un compromiso con el respeto permanente hacia con todos los que forman parte de sus ciclos operativos: clientes, colaboradores, proveedores, acreedores e inversionistas.
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